UNA SOCIEDAD
DESESTRUCTURADA
Se ha acuñado la expresión “familia desestructurada” para aplicarla a los hoga-
res en los que el normal desarrollo y formación de los hijos se ven deformados por la
problemática relación de sus progenitores, por alguna adicción de uno de ellos, o de
ambos, o por estar ambos al borde de divorcio, a veces con abuso de los menores
Pues bien, de alguna manera, también a escala social ocurren disfunciones
que alteran la normal formación ciudadana de los miembros del colectivo, y dan lugar
a lo que podríamos llamar “una sociedad desestructurada”. Los dos días anteriores a
la fecha en la que se redactan estas líneas, es decir el 31 de octubre y 1 de noviem-
bre, tuvieron lugar en diversos puntos de nuestro país unos disturbios que, coordina-
dos o no, reflejan un estado de ánimo agresivo sobre todo de la generación joven de
la sociedad.
¿Qué es lo que genera y da lugar a todo eso? Ocurre en el marco de las medi-
das restrictivas a la libre circulación como consecuencia de la pandemia del COVID-
19. Pero la problemática social de fondo, las raíces del conflicto social ya estaban
ahí, y la epidemia sólo ha venido a hacer saltar la chispa. De hecho, en otros países
ya se había manifestado este tipo de movilización antes de la llegada del virus; re-
cuérdese el movimiento de los llamados “chalecos amarillos” en Francia.
El personal de esa violencia ciudadana está constituido por grupos o sectores
sociales en algunos casos muy diferentes entre sí: la policía habla de grupos de “ex-
trema derecha” y “extrema izquierda”. Hay negacionistas que se empeñan en no re-
conocer la existencia de la pandemia, también personas que protestan por los desalo-
jos de viviendas; hay mucha gente que tiene que vivir en la calle y otra que no tiene tra-
bajo. Muchos jóvenes, incluso con estudios y brillantes calificaciones, no encontraron
aún su primer empleo; otra gente malvive con contratos basura y baja remuneración. Y
en las regiones con tradición separatista no faltan activistas que se incorporan a la
protesta con reivindicaciones de carácter nacionalista; hay también inmigrantes que no
acaban de encontrar su lugar en esta sociedad, y ultraderechistas que están en contra
de la inmigración. Todos ellos, o la mayoría, pertenecen a una generación que es la
primera de la historia que sabe que va a vivir peor que sus padres.
, abundan las contradicciones entre el personal que protesta, y se puede lle-
gar incluso a enfrentamientos entre ellos. Hace unos meses, en Francia, hubo violen-
cia entre grupos de los “chalecos amarillos”. Tengamos en cuenta, también, los aten-
tados de islamistas radicales que suelen ocurrir en ese país, algunos muy reciente-
mente. Esto puede generar una reacción, igualmente violenta, de radicalismo religio-
so cristiano en contra de la inmigración musulmana.
¿Qué es lo que le ocurre a esta sociedad? Pienso que el problema se encuen-
tra en la base sobre la que está edificado nuestro sistema social. En las misas de
ayer, día de Todos los Santos, la lectura del Evangelio era las Bienaventuranzas.
¿Está nuestra sociedad construida sobre la base del mensaje del Evangelio, del espí-
ritu del Sermón de la Montaña? Vamos a ver que no:
Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Nuestro sistema económico es esencialmente antiigualitario, se basa en la
existencia de clases sociales con intereses contradictorios que generan conflictos y
contribuyen a aumentar las diferencias sociales. Unas personas pierden sus vivien-
das en interés de los bancos, la mayoría tiene que trabajar, cuando encuentra em-
pleo, en unas condiciones que favorecen a quienes controlan el sistema productivo.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Nuestro sistema económico y social es insaciable, y genera xenofobia y egoís-
mo. Mantiene estructuras neocolonialistas que arruinan a países subdesarrollados,
sobreexplota a los inmigrantes que vienen huyendo de esa miseria, e inspira rechazo
y desprecio contra ese personal inmigrante y contra todo tipo de infelices sin poder
adquisitivo.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Nuestro sistema económico y social es insolidario. Fomenta los negocios priva-
dos en perjuicio de lo público; se hacen recortes en la sanidad y la enseñanza de
manera que puedan acceder a calidad en esos servicios quien pueda pagárselos, y
esconde la miseria en los barrios periféricos y marginales de las ciudades.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, por-
que ellos serán saciados.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque
de ellos es el Reino de los cielos.
Nuestro sistema social es elitista. Genera en las personas sentimientos identi-
tarios excluyentes, nacionalismos, fundamentalismos religiosos, y margina a quienes
trabajan por cambiar las cosas en favor de un mundo más justo y más humano y por
el respeto a la Naturaleza cuya explotación está llegando a un límite sin retorno.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Nuestro sistema social es machista. Genera desigualdad de género e institu-
ciones con funcionamiento antidemocrático, en el que los medios de comunicación
están en poder de las clases dominantes, en el que la Iglesia que se dice cristiana
funciona como una mafia, con exclusión de las mujeres y una jerarquía que no es re-
presentativa del colectivo que dirige, en la que no falta el abuso de menores, y que no
desdeña enriquecerse por apropiación de bienes públicos por medio de inmatricula-
ciones.
Bienaventurados los que buscan la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Nuestro sistema social es violento. Se basa en un equilibrio de fuerzas que no
busca el bien general sino el mantenimiento de todas las diferencias por todos los
medios, que no excluyen la imposición colonialista para el control de los recursos na-
turales y la guerra entre los poderosos que compiten por ese control. Hubo dos gue-
rras mundiales el siglo pasado y parece que se está cociendo una tercera.
Tal es el sistema que “disfrutamos” y que se encuentra, cada vez s en una
problemática que no sabe resolver, que no acaba de comprender que la solución está
en esos valores del Evangelio que rechaza sistemáticamente.
En el epílogo del Sermón de la Montaña, Jesús decía:
Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en
práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre ro-
ca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embis-
tieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimen-
tada sobre roca.
Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en prácti-
ca, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena:
cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpie-
ron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.
Nuestra sociedad desestructurada es una casa construida sobre la arena del
egoísmo, de la ambición, del elitismo, de la intolerancia, de la insolidaridad, de la in-
moderación, de la desigualdad, de la falta de empatía hacia el prójimo En esas
condiciones no va a aguantar las contradicciones que genera y el empeoramiento de
las condiciones que puede venir.
Faustino Castaño Gijón, 2 de noviembre de 2020